Incluso bajo la luz desangelada del taller brilla la pintura anaranjada, y la cara resplandeciente de Denise Hofmann se refleja en ella. El orgullo de esta joven de 22 años es su Commodore B, un sedán de 4 puertas, color “rojo señales”, 2,5 litros de cilindrada y cambio automático de tres marchas.
Quienes no conozcan a esta grácil rubia de casi 1,70 m de altura no creerían a primera vista que dedica su tiempo libre a los coches clásicos y que trabaja también en la fabricación de automóviles. Al terminar la secundaria, su solicitud para formarse como mecánico de automoción llegó demasiado tarde, pero aceptó gustosa la alternativa que le propuso Opel de convertirse en herramentista. “Es una profesión interesante”, afirma la joven. Habla de tornear, fresar y soldar, y de lo fascinante que es crear algo a partir de un trozo de metal. Ahora forma parte de la plantilla fija de la M55 de Rüsselsheim, donde fabrica cajas de diferencial para la caja de cambios de seis marchas F40 que se monta en el Astra y en el Insignia.
Su Commodore B fue matriculado el 31 de octubre de 1973 por Opel como vehículo de pruebas. Se le montaron distintos motores y cajas de cambios. “Por desgracia, no se sabe nada más de esa etapa”, se lamenta Hofmann. Pero tiene bien documentada la historia posterior del coche. Durante 18 años, el “Commo” estuvo al cuidado de una familia residente en Rüsselsheim. El siguiente propietario quería utilizar este seis cilindros de 115 CV como coche clásico, pero no pudo hacerlo a causa de una enfermedad. Durante casi 20 años el coche permaneció en el granero, aletargado como si de la Bella Durmiente se tratase. Hasta que Denise Hofmann lo despertó con un beso.
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Una de las luces traseras me miró y en ese momento sentí el flechazo.«
Para la joven fue amor a primera vista. “Al levantar la lona protectora, una de las luces traseras me miró y en ese momento sentí el flechazo”, relata sonriendo satisfecha. Con la ayuda de su amigo mecánico Harald Roede, Hofmann comenzó a renovar su vehículo en su tiempo libre. Los dos trabajaron durante cuatro meses. Entre otras cosas, cambiaron la correa del ventilador, la bomba de aceite y la de agua. El depósito fue restaurado a conciencia y le pusieron nuevos neumáticos.
Dinámico; así define Hofmann el proceso de desmontar los frenos y el arduo trabajo de limpiar los bajos. La recompensa a sus esfuerzos es un automóvil de primera clase con pátina e historia. El rollo de papel higiénico en una funda de ganchillo y las pegatinas de los campings vienen de España e Italia. “Puede que tenga algún arañazo y alguna abolladura, pero de no ser así me daría miedo conducirlo”, dice Denise. Cada dos semanas, Hofmann sale a dar una vuelta con el antiguo coche de pruebas. Aunque también dispone de un Tigra A (“Mi primer coche”) y, desde hace poco, de un ADAM (“En el día a día somos inseparables”), Denise prefiere sentarse al volante del Commodore, alias la “Bella Durmiente”.
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